Dos historias mal empastadas y una presentación innecesaria. Disney une lo que no tenía por qué estar unido, en una cinta olvidable de principio a fin.
Clásico número 9
Estrenada el 27 de septiembre de 1947, Las aventuras de Bongo, Mickey y las judías mágicas es otro ejemplo del periodo más incierto y experimental de Walt Disney Studios: el de las llamadas "películas paquete". Este modelo surgió por necesidad tras la Segunda Guerra Mundial: sin recursos ni tiempo para desarrollar largometrajes completos, Disney optó por ensamblar cortos inconexos y presentarlos como si fueran una película completa.
En este caso, el resultado es una cinta compuesta por dos mediometrajes, Bongo y Mickey y las judías mágicas, entrelazados con una introducción que intenta justificar su unión narrativa… pero no lo consigue. El resultado es una experiencia cinematográfica plana, sin cohesión temática ni emocional, y con un tono que fluctúa entre lo dulzón y lo forzado.
Bongo: cuando el exceso de dulzura se vuelve anestesiante
El primero de los dos segmentos, Bongo, cuenta la historia de un oso de circo que escapa a la libertad del bosque y se enamora de una osa salvaje. La historia, narrada por la cantante Dinah Shore, es visualmente correcta, pero narrativamente inerte. El personaje principal carece de carisma, la animación no sorprende y el conflicto amoroso se diluye en un mar de canciones y escenas estáticas.
Más que un cuento, parece una extensión de una postal animada, sin sorpresas ni emociones reales. Su excesiva ingenuidad y su lentitud de ritmo lo convierten en un segmento aburrido y olvidable incluso para los estándares de su época.
Mickey y las judías mágicas: el único atisbo de entretenimiento
El segundo segmento adapta el cuento clásico de Jack y las habichuelas mágicas, protagonizado aquí por Mickey, Donald y Goofy. Esta parte, si bien no es una obra maestra, al menos ofrece algo de dinamismo, comedia ligera y familiaridad con tres de los rostros más icónicos de Disney. La animación es más viva, y el ritmo mejora notablemente en comparación con Bongo.
Sin embargo, incluso este segmento se ve lastrado por una decisión difícil de justificar: la inclusión de escenas de imagen real con el ventrílocuo Edgar Bergen y sus muñecos, que narran la historia a una niña en lo que parece un intento forzado de encuadre familiar. Lejos de sumar, interrumpen y entorpecen el flujo narrativo.
Una cinta sin identidad, sin riesgo y sin legado
Las aventuras de Bongo, Mickey y las judías mágicas no es una película, sino un apaño. Un collage narrativo que ni emociona, ni innova, ni deja huella. No hay riesgo artístico ni visión global. Solo una excusa para sacar contenido en tiempos difíciles, y aunque eso se entiende históricamente, no es suficiente para justificar su existencia dentro del canon clásico.
Como curiosidad, este fue el último film animado donde Walt Disney puso voz a Mickey Mouse antes de delegar ese papel a otros actores. También fue uno de los primeros intentos del estudio de mezclar segmentos animados con narrativa en imagen real, algo que más adelante lograría con mucha más eficacia en Mary Poppins o Bedknobs and Broomsticks.
Puntuación: 4,5/10
(Puntuación basada en: argumentación, personajes, banda sonora y animación).
Por supuesto, esta es solo mi opinión personal, y entiendo que para muchas personas esta película pueda tener un valor especial, ya sea por nostalgia o por su importancia histórica. Estaré encantada de leer otras perspectivas y debatir sobre ellas en mis redes sociales. ¡Siempre es interesante ver cómo una misma obra puede generar opiniones tan variadas!
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